15.5.10
Roberto Galán, chapeau!
En 1971 se estrenaba el programa “Yo me quiero casar, y usted?”, de la mano de Roberto Galán. Con aire celestino, Roberto se cruzaba de lado a lado de la pantalla, tratando de unir parejas desparejas. Y si bien los invitados que aparecían como “solteros codiciados” daban la sensación de estar raspando el final del tarro de dulce de leche, la realidad era que había un alto porcentaje de la teleaudiencia que lo sintonizaba. (dicen que llegó a tener picos de 65 puntos de rating). Viudos, divorciados, madres solteras hasta enanos. Todos tenían derecho a amar y ser amados, no?
RG fue un verdadero visionario. Sin copiar formatos extranjeros, sin abusar del “todo por el rating” logró llevar felicidad a las personas. Honesta y real felicidad. Vestido siempre con su traje y su bigote, hablaba con respeto y una increíble apertura mental (recuerden la época!).
Y si bien la mayoría de los solteros participantes escatimaban en palabras o se quedaban duros ante las cámaras, RG siempre hacía interesante el show.
Más de 30 años después, la globalización, internet, el capitalismo y su sed por el dinero, la necesidad de aprobación, el exhibicionismo, la pérdida de los valores, etc, diezmaron las posibilidades sinceras de entablar una relación a la vista del público. Nuestros vínculos diarios se parecen a los de Temptation Island, donde el arrepentimiento surge sólo cuando se es descubierto, obligando a sacarnos las caretas de la hipocresía y falsedad. La del arrepentido y de la persona que está a su lado. (Si es verdad que Tiger tuvo 120 amantes durante su matrimonio, que lágrimas son las que Erin derrama? De desconsuelo por un corazón partido o de no quedarle más remedio que rematar a precio de costo el valor al que vendió su corazón al cazarse/casarse con Woods?). Con lágrimas de cocodrilo a mi no.
La tecnología podrá estar cada vez más acelerada asi como nuestros pasos por la calle. Podremos fisurarnos los dedos de hacer zapping mientras alimentamos nuestro estómago de pastillitas de colores, creyendo que con volarnos la cabeza, encontraremos más rápido el camino al amor.
Probablemente una remake de Yo me quiero casar sólo tendría éxito si las preguntas se centraran en responder detalles íntimos (sexuales), para despertar los ratones y el morbo en los invitados y en nosotros. Todo un vuelco al “Naci para ti…aquí me tienes…que te hace feliz, dime que quieres”.
Ay, Galán! Que adelantado que fuiste!
Al final, todas las copias no dejan de ser copias y se terminan gastando.
Lo verdadero, único y perfecto es invalorable y eterno. Como el amor.
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