23.4.10
A deseo revuelto, angustia de pescadores
Me gustan las cosas bellas. Quizá por la influencia de Libra, mi signo del horóscopo, la cuestión es que lo que carece de armonía me provoca rechazo. Como un acorde mal tocado.
Y si de belleza hablamos, la moda salta primera en la lista. Y aunque de moda sólo sé que no se nada, reconozco su gran auge de los últimos tiempos y cómo su influencia se despliega incluso en mi métier. El erotismo necesita de la estética, de la belleza, sino sería una vulgar expresión pornográfica. Y lo mismo vale para el deseo.
El deseo es como una joya de edición limitada, que hay que saber cuidar, proteger, limpiar y atesorar como la mayor de las riquezas. Sin deseo se secarían las fantasías, las historias de amores subidos de tono, los juegos y los orgasmos serían vagos recuerdos.
Pero en nuestro entusiasmo por hacer/ser “deseables”, se nos torcieron un poco los límites. En nuestro deleite por la estética y lo cool, nos olvidamos que vivimos en una sociedad donde todo lo que hagamos o digamos será tomado casi como palabra santa por el resto de la sociedad. Una sociedad, en muchos casos (pero no todos, no se puede generalizar) vacía de contenido y ansiosa por tomar lo ajeno como principio propio, siempre que esté “in”, claro está. Y será obedientemente cargado a la gran mochila de deberes y obligaciones.
Y así, las mujeres copian, crean o comparan sus cuerpos contra los ideales (desleales?) de belleza. Convencidas de que lo que se muestra es real, sin considerar la posibilidad de que quien maneja el Photoshop lo hace al ritmo de un photodope. Retocando cinturas, bustos y piernas a tal punto que la misma Barbie se sentiría desvirtuada.
Los cuerpos milimétricamente perfectos, de medidas divinas, solo taladran la salud erótica – en las mujeres, (en los hombres logra justo el efecto contrario) -, logrando que chicas hermosas y normales se sientan bestias deformes. Y frustradas por sus 97cm de caderas se pierden en la angustia, quitando el oxígeno de un deseo ya moribundo.
Mujeres jóvenes que priorizan una distorsionada estética no sólo se privan de disfrutar con plenitud del sexo, sino que se castigan extendiendo la privación a quien las acompañe.
Cuando el deseo está revuelto, nosotros, los pescadores, nos morimos. Entran (“in”) la frustración, la culpa y la exigencia y salen (“out”) el fuego, el desnudo y la pasión.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario